El amor en tiempos de COVID

Por Ivonne Hernández


Un suave sonido se mantiene como fondo. Un zumbido constante que pudiera parecer ensordecedor y a la vez atrayente. Todo parece flotar en el aire. Mi respiración hace eco, y retumba contra las paredes de mi propio cuerpo. Nunca había puesto tanta atención a mi respiración como en este momento. Mi cuerpo cansado de atender a todo y a nada. Vacío y plenitud al mismo tiempo. ¿Cómo poder definirlo? No pienso en nada. Decidí bajar la guardia. Muchas preguntas llegaron al principio a mi mente. ¿Qué hice mal? ¿En qué momento me descuidé? Me empeñé en buscar detalles que me llevaran a encontrar el error. ¿Cuál era el error? Hasta que una voz dentro de mi me detuvo y dijo: “Si consideras que ser humano es un error, entonces ahí lo tienes”.

Dos años de pandemia, y había salido invicta. Y ahora inicio el 2022 siendo parte de las cifras, positivo a COVID. Mis cuidados diarios no me hicieron temer, pasaría como ha pasado en muchas personas, asintomático, sólo dedicando tiempo a mi cuidado y descansando. Qué curioso, esa última palabra es la que más me impacta. ¿Cómo un descanso ante tantas cosas que tengo que hacer? Compromisos qué cumplir, cuentas por pagar, y yo ¿descansando? Imposible.

Las preguntas volvieron a llegar, ¿en qué momento me descuidé? ¿en qué momento me confié? ¿Fue tan grande mi ego que pensé que no me pasaría a mí? El reclamo era constante. Está bien, descansaré unos días, me dije a mi misma, dos a lo mucho y todo regresará a la normalidad.

Un dolor agudo en la garganta me sacó de un profundo sueño. Era como si alguien hubiera raspado por dentro la mucosa y la hubiera dejado en carne viva. La congestión nasal iniciaba. Pero si yo sé hacerlo, me dije de nuevo, con una meditación y aplicar mis técnicas de respiración será suficiente. Cerré mis ojos, me dispuse a escuchar música y respirar lentamente. La mejoría fue notoria para los momentos siguientes. Está bien revisaré de nuevo un poco de pendientes me dije a mí misma, al cabo me fascina mi trabajo. Al abrir la agenda uno de los pendientes que iba a revisar se convirtieron en dos, dos se convirtieron en cuatro, y cuando menos lo esperé mi mente estaba de vuelta rodando entre las mil cosas que tenía que hacer. Respira me dije a mí misma… Pero ¿cómo respirar en calma cuando se está completamente congestionado? La solución de agua de mar y los pañuelos desechables se convirtieron en mis mejores aliados.

Equilibrio y desequilibrio, armonía y discordancia. Vaya que todo esto puede ser complejo cuando lo lleva uno al grado de trabajo interno. Mi mente de acuerdo con mis conocimientos me decía, “vete a la fuente”, “erradica el problema”. Dolor de garganta, algo que no dijiste. No puedes respirar, algo en tu ambiente no te gusta y lo puedes cambiar. Fácil, listo, rápido. ¡Todo suena tan sencillo! Cuando mi cuerpo en su necesidad de respirar me llevaba a un inhalar y exhalar lento, y no porque lo quisiera hacer de forma consciente, era una necesidad primaria.    

Me cansé de reclamarme y me rendí. Me cansé de buscar el problema para solucionarlo y hacer los ajustes dentro de mí, y me permití estar mal. Así, nada más porque sí. Y entonces sólo cerré los ojos y me dediqué a observar lo que estaba bien. Primero, tenía vida, ese era un gran logro ante muchos que no la libraron.  A continuación, los síntomas eran leves, un poco mormada, algo de cansancio y dolor en la garganta que podía ser disminuido por los medicamentos. Tengo casa, familia, amigos, gente que me quiere y bendito Dios no me falta nada. Así que sólo me dediqué a agradecer y sonreír.

Hice un listado de las cosas buenas y de las cosas malas. Definitivamente las buenas eran demasiadas.

Por mucho tiempo me limité a escribir de esta forma. ¿Le gustará a la gente o no le gustará? ¿Habrá alguien que lo lea? ¿O pasará inadvertido como muchas otras cosas? En mi respiración me atrapé de nuevo en mis pensamientos internos, siendo presa de mis inseguridades.

    Caí en la cuenta de que no vine a este mundo a complacer a nadie, simplemente a ser yo misma y disfrutar de esta hermosa experiencia llamada vida.   

Decía mi hermosa madre: “Ten cuidado con lo que pides, pues se te puede cumplir”. De alguna forma este puede ser el inicio de que se me cumpla ese deseo. En la noche del fin de año, me vestí con una blusa que para mí tiene mucho significado. La tela tiene letras por doquier. No hay una frase en específico que signifique algo, sólo son letras. Brindé a las 12:00 am en punto por el año nuevo, y pedí que mis letras volaran y atravesaran los mares, los continentes. Que llegaran a las personas que resuenan con ellas.  Si podían ayudarle a alguien, que funcionaran entonces como semillas para que ellas mismas después las puedan abonar con su propia voluntad y acciones.    

Ninguna persona se identifica con la perfección, pues todos somos seres imperfectos. Llevo tantos años esmerándome es ser mejor, que quizá lo llevé al extremo, y sin darme cuenta, caí de nuevo presa entre mis reclamos. Así que me rendí, me acepté y me amé.

Está bien estar mal. Está bien equivocarse, está bien no saber. Lo que no está bien es no intentar. Así que aquí voy de nuevo. Compartiendo mis letras para quien las quiera leer. Ya que el COVID me dejó de momento sin voz, quizá sea el principio del deseo que pedí a fin de año.

Hoy me doy el permiso de escribir, de plasmar en estas letras lo que soy, mi vulnerabilidad y mi fuerza. Las lanzo al aire, y llegarán a quien tengan que llegar. Y si en este momento eres tú, una de las personas a las que llegan, toma de estas letras lo que quieras, lo que haga que te identifiques con ellas. Toma lo que resuene contigo, y lo que no, déjalo pasar.    

El propósito que tienen es sanar a profundidad. Y puede parecer loco… pero mientras he ido escribiendo, he ido sanando. Inicié la primera línea completamente congestionada. Y termino escribiendo estas últimas letras, ¡respirando de lo mejor!

Si hoy respiras, disfruta de tu respiración.   
¡Bendiciones  y feliz año 2022!


A veces 

se necesita 

el silencio 

para poder 

escuchar mejor. 


Descubra más

Compartir


Boletín semanal.

Aquí puedes suscribirte por si te interesa recibir lecturas o invitaciones a eventos gratuitos. 


 



 

 


Navidad de verdad
Por Ivonne Hernández