Domingo 3 abril 2022
Un desvanecimiento repentino sorprende a mi hija después de una serie de vómitos y mareos. Días antes se había estado sintiendo un poco mareada, yo me encontraba fuera de la ciudad de Monterrey, lugar donde radicamos. No me considero una madre “preocupona”, esa palabra la aprendí desde hace años, así que prefiero ocuparme, en vez de preocuparme. Una serie de estudios le habían sido realizados con anterioridad, sus niveles sanguíneos se encontraban en los límites más bajos, por lo cual se pensaba que era esto la causa de los mareos. En su desvanecimiento, ingresa al área de emergencias de un hospital privado en la ciudad, me contacta el padre de mi hija informándome de la situación, y que es tratada como un cuadro gastroenteritis. Después de un periodo de hidratación la mandan a casa, regresando de nuevo en la madrugada con el mismo cuadro. Decido cancelar un curso de trabajo y tomar el primer vuelo que encontrara de regreso a casa. Al comentarle esto a mi hija me comenta, “sentí que me moría cuando me desvanecí, le pedí a Dios que sólo me diera permiso de despedirme”. Esto no cuadraba en mi mente que estuviera sucediendo por un simple cuadro de grastroenteritis. Los médicos deciden dar de alta en el hospital privado a mi hija y la mandan con el médico especialista pensando tuviera un problema de oído, lo cual explicaría los mareos. Mi hija aferrándose a la vida, cae en pánico deseando no la manden a casa, y buscando atención médica, los médicos deciden mandarla a casa. En ese transcurso encuentro el vuelo próximo que me llevaba un día de espera.
Al llegar, encuentro a mi hija quien era atendida por sus hermanos y mi hermosa nuera, acostada, limitada para moverse por la falta de equilibrio, la mitad de su cara con una leve parálisis facial y sin poder ver con claridad. No soy médico, pero mi lógica me decía que esto no era producto de una gastroenteritis, ni tampoco lo relacionaba mucho con un problema de oído. Acudimos con gran amigo de la familia, quien es muy acertado en sus diagnósticos, y la mantuvo en observación mientras definía si era en realidad un problema de oído u otra cosa más. Decidió referirnos con el neurólogo, mientras al observar la premura con la que nos mandaba mi estómago se contraía como si diera aviso de estar saltando a un abismo.
Lunes 11 abril 2022
Había pasado una semana de cuidados en cama de mi hija, y ya que no habíamos logrado cita con el neurólogo el sábado anterior, acudimos a la cita más cercana del lunes. Apenas observó el médico a Paulina, y me lanzó la primera pregunta de alarma. ¿Por qué no dejaron internada a su hija en el hospital? Ella no debería estar en casa. Hizo los movimientos necesarios para conseguir una resonancia urgente, lo cual nos llevó un día más de espera, pues no había espacio. Al ver los resultados del estudio hizo una carta dirigida al hospital de zona del IMSS 25, y me pidió acudir a ella lo más pronto posible.
Te podría decir que aquí empieza el camino de los milagros, pero no es así, pues, a decir verdad, espero puedas leer entre líneas lo que este acontecimiento me dejó como experiencia y como testimonio. Puedes creer, o puedes no creer. Puedes dejar que tu corazón vea lo que mis ojos vieron, o puedes dudar, esa es tu decisión. Yo sólo narro de lo que fui testigo.
Nací dentro de una familia que me enseñó a creer en un ser superior a mí, al cual yo llamo Dios. Tú puedes llamarlo de la forma que quieras. Desde hace muchos años entendí o al menos así lo percibo, que se manifiesta en muchas formas, a través de las personas, de sucesos, señales, viento, luz, agua, todo, en absolutamente todo. No, no se va a aparecer con rayos y centellas, o con una serie de luces, y no porque no pueda, de hecho, ya ha ocurrido. Actúa en formas muy sutiles, sencillas y que pudieran pasar a la vista desapercibidas.
Yo lo vi, en la mirada de la Doctora que nos recibió en urgencias, y que agilizó los trámites para que mi hija fuera atendida. No habíamos utilizado el servicio del IMSS, por lo tanto, no tenía los papeles que se requieren en orden. Sí, el servicio estaba vigente, pero yo no contaba con los documentos que ellos piden para una atención, y menos en esa clínica de especialidades. Vi a los ángeles actuando, cuando en el momento justo, a mi lado aparece una persona de “casualidad”, cuando sé perfectamente que nada es casualidad, y se detiene al momento que las secretarias de recepción me mandan al departamento de “archivo” a solicitar ayuda para poner en orden mis documentos y poder ingresar a mi hija. En un lugar tan grande como ese hospital, con muchos pasillos, y que me guíen y me atiendan de forma inmediata, es sorprendente. Es como si alguien hubiera puesto a que esa persona entrara a escena en el momento y segundo preciso.
Vi a varios ángeles actuando, moviendo corazones, para generar una energía de soporte tan grande, como es el poder de la oración. Y es que la oración en cadena no es para suplicar a Dios que nos ayude, Dios nos ayuda, está siempre, él escucha antes de que una plegaria salga de nuestros labios o de nuestro pensamiento. Pero a veces se necesita un soporte mayor. ¿A qué me refiero con esto? Lo entiendo así:
Imagina que una de tus lecciones de vida es aventarte de un bongie. Tú no sabías que esa lección venía incluida, o al menos no recuerdas haberlo leído en el manual de instrucciones. El objetivo tus maestros lo tienen claro, porque quizá tú pediste aprender a enfrentar miedos y a confiar. Todo está listo, pero tus miedos te ganan y no te sientes tan listo. Entonces, el maestro se asegura de que tengas todo lo que necesites para tu seguridad y bienestar, pero tú también haces lo tuyo, respiras y tomas la decisión de hacerlo para seguir adelante. Tus amigos voltean y te lanzan porras de ánimo, de ayuda, y a su vez piden ayuda a otras para que, si caes en el intento, no te pase nada, ellos te sostienen y amortiguan tu caída. Entonces, al ver toda esa red de amor, protección y seguridad, aprendes a confiar.
Ahora imagina que no es un bongie, sino caminar en una cuerda floja entre los aires, arriba en la montaña. ¿Lo harías solo? Yo creo que no. Necesitarías la ayuda de alguien que te enseñe y sea tu apoyo. Así funciona Dios, como una energía divina que te envuelve, que te sostiene. Que llama, que convoca, y todo para que tú te sientas seguro y pases tu lección de vida.
En estas lecciones todos absolutamente todos los participantes aprenden algo, ese es el objetivo. ¿Qué es lo que hay que aprender? Cada uno lo descubrirá dentro de sí mismo.
La palabra milagro de define como un suceso extraordinario que provoca admiración o sorpresa, y que no siempre es explicado por leyes regulares de la naturaleza.
Mi hija tenía una malformación congénita en una parte de su
cerebelo, la cual reventó causando hemorragia, inflamación, desequilibrio,
visión borrosa, y los demás síntomas que narré al principio. ¿Pudo ser letal?
Sí, pudo ser letal, desde el momento en que sucedió y los días posteriores a
esto. Pero no fue así. Por alguna razón Dios nos permitió seguir viviendo
juntas esta hermosa experiencia llamada vida.
Hoy hace un mes que el procedimiento quirúrgico sucedió. En el transcurso, todo lo dramático que pudo haber ocurrido, no ocurrió. Nuestro trabajo fue simple, pero nada sencillo. CONFIAR. Así lo repetíamos en cada paso. Un paso a la vez, un momento a la vez, un minuto a la vez. Caminando y confiando.
Hoy escribo esto, porque la enseñanza que nos ha dejado es muy grande, y es mi compromiso compartirla.
Te invito el miércoles 1 de junio 2022 a que asistas a este testimonio y grandes aprendizajes que ahora comparto con una meditación guiada.

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Te invito el miércoles 1 de junio 2022 a que asistas a este testimonio y grandes aprendizajes que ahora comparto con una meditación guiada.